viernes, 13 de octubre de 2017

EL PASEO.-

Despacio, como si el tiempo no quisieran que pasase, van caminando. Muy despacio. Más despacio aun. Es el suelo el que se mueve, lentamente, muy lentamente.



Ni siquiera se atreven a cogerse de la mano. De vez en cuando se miran a los ojos, se cuentan sus penas, y en el silencio del parque son felices.
Pasan demasiado deprisa los minutos, los instantes. Quisieran frenar el tiempo, no pueden.
Cuantas cosas quisieran decirse el uno al otro y saben que no pueden. Se quedan en la boca frases maravillosas que serian pecado en esos instantes. Un te quiero, o te deseo, que son incapaces de salir de la garganta.
Y seguirá pasando el tiempo, un tiempo increíblemente corto, bajo la sombra de los árboles del parque.


Un pequeño banco de piedra detiene el cansino caminar. Hay consejos, suplicas, pero el deseo se guarda en un rincón del corazón destrozado. ¡Cómo pasa el tiempo!
Las sombras de los altos árboles cada vez se alargan más. Las flores han pasado de un brillante luminoso a un tono uniforme y sereno.
Mirar a los ojos
La tarde pasa inexorablemente y comienza a apagarse el día. Una  lágrima que no quiere salir del ojo lo enrojece. Una mirada que dice todo y no puede decir nada.


El paseo comienza de nuevo. Ambos quieren hacerlo lo más largo posible; detienen  sus andar, lo reducen al mínimo paso posible. ¡Siguen hasta la siguiente parada de autobús! Y a la otra, y luego a otra más. Pero el reloj pasa más rápido que sus deseos y el maldito transporte llega antes de lo esperado. ¿Vas a cogerlo? Si, debo cogerlo…
Un beso fugaz, que ambos quisieran que fuese otro beso y un adiós. Unas miradas que se pierden en una despedida infinita, mientras uno anda a un lado de la marquesina y el otro al otro lado.


Era el paseo de dos corazones que no pueden decirse te quiero…
--o0o--
Sed felices, lo demás no importa.

Antonio 

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