Hacía un calor de muerte a la una del mediodía en las tierras cercanas a la zona de La Jarosa en Guadarrama. Gorra cubriendo la cabeza y vaqueros cubriendo las piernas, dispuestos a captar un mundo prácticamente sin sombras y sin aire.
El silencio solo se rompe con el ruido vibrante del aletear de un saltamontes levantado de su mata por mis zapatos. A lo lejos unas urracas se avisan unas a otras de mi presencia. Soy el único que a estas horas de sol anda por el llano junto a la presa.
Noto el calor en el cuerpo de la maquina cada vez que la cojo en la mano para disparar.
Como siempre en esta zona pequeños detalles y algún insecto que se deja ver a estas horas, pero la mayoría están escondidos entre los matorrales y las zarzas o debajo de las hojas de cualquier planta.
Pero siempre vale la pena andar con las maquina y siempre se encuentra algo que, aunque repetitivo, siempre es nuevo y distinto.
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