jueves, 7 de agosto de 2014

Detalles del mercadillo medieval.-

Como todos los años a principios de agosto, bajo el enorme y centenario olmo que preside la Plaza Mayor, asientan en la carretera y alrededores sus reales los mercaderes medievales que vienen a vender de todo.

 
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Vestidos a la usanza antigua, unos del cuatrocientos y otros ya de edades as modernas, forman un pintoresco encuentro entre el modernismo y la antigüedad cercana, ofreciendo unos productos que en otras épocas hubiese sido pecado mortal comérselos, pero que hoy en día con los pasteurizados tienen mejor fin.
Pero no solo son comestibles lo que allí se intenta traspasar, sino útiles de todas las formas y usos posibles que pueden variar desde una pieza de cerámica a un sujetador de pelo.
No he querido mostrar casetas u toldos con gente cruzándose en la foto, no. He elegido pequeños detalles de todo un poco con los que recorrer el mercadillo.

 
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El alfarero aprovecha un aparte en el parque del pueblo para sobre su césped presentarnos los cubre velas para el jardín a los que también se les puede colocar una bombilla de bajo consumo con pequeños ajustes.


 
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Leones de infinidad de colores, mareados quizás por su largo viaje, pueden servir de estuches para lápices, zapatillas para andar por casa o monederos exóticos que no caben en ningún lugar.


 
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Pinocho, castigado por Jepeto por haber contado mentiras, pende de los hilos con los que aprendió a andar, 


mientras que su hada madrina, dispuesta a sacarle de las situaciones más embarazosas viene presta con sus mejores galas y encajes.


 
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Las armas, aunque sean de madera, siguen estando presentes en muchos de los juegos de nuestros niños y por desgracia de muchos mayores. Espadas de todos los colores para animar a la lucha. El día que aprendamos a olvidarlas habremos dado un gran paso hacia adelante.


 
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Calabazas, como a la antigua usanza, para transportar en agua en los viajes. Envases que la naturaleza regala para que el hombre los use, pero que los nuevos métodos han desplazado al olvido. Yo las he visto en uso hace muchos, muchísimos años.


 
 
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Hay que reponer fuerzas. Como si de un festín medieval se tratase se ha realizado la matanza y los caballeros, acompañados por sus siempre preciosas damas, podrán saciar su hambre después de haber combatido en buena lid con unos bolos o dándole a la maza.
 
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Lazos para sujetar los largos pelos de las mujeres de todos los tonos y colores imaginables. Unos con motas a gogo y lisos los otros. Conjuntos para lucir, más de esta época que de épocas pasadas.



 
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Con pocas cosas se puede decorar el tenderete y darle un aspecto medieval, y de verdad que lo consiguen, usando un cascabel vacuno, el cencerro, y unas cuerdas de cáñamo imitando una lámpara. Y al otro lado seguramente una ristra de ajos y unas mazorcas.


 
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Y marionetas fabulosas, venidas del país de las Mil y una noches, con sus ojos rasgados, sus turbantes y sari, unidos en un abrazo que no tiene fin, mientras que una gordita y preciosa muñeca les mira encantada.
 


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Nada más por hoy. Así he visto este año el mercadillo medieval. Muchos habrán encontrado en él aquello que buscaban y necesitaban. Otro solo habrá ido a mirar y disfrutar de un ambiente que, en este pueblo, se repite siempre a principios de agosto.
Sed felices
Antonio

1 comentario:

  1. Encantador relato apoyado en sugestivas fotografías. Felicidades, Antonio.

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