Entrando por el desfiladero de La Yecla, formado por el rio Mataviejas, que discurre entre los riscos de la sierra de la Demanda, nos encontramos ante un maravilloso paraje que aprovecha la apertura de los montes y es el lugar que eligieron nuestros antepasados para crear el pueblo de Silos, hoy denominado Santo Domingo de Silos.
Plano en relieve de la ciudad se Santo Domingo de Silos
Silos, un nombre ligado a historia de España y a su cultura, un lugar de cruces de caminos, un lugar mágico por la belleza de sus alrededores y por magnificencia de la población en sí misma, donde se entremezclan el pasado en sus antiguas edificaciones y el modernismos, en paz, uniéndose los cantos gregorianos de los monjes con el sonido del silencio que rodea el lugar.
Plaza del Rollo
Silos es un lugar mágico. Hay algo en su ambiente que te abraza, te da la sensación que has estado allí siempre. Sus estrechas y antiguas calles, el rollo, la iglesia de San Pedro o las ermitas y conventos que existen en sus alrededores te predisponen para entrar en uno de los claustros más fantásticos de la arquitectura románica española. Y si tienes la suerte de poder relajar tu mente o tu espíritu escuchando antes a los monjes de Santo Domingo de Silos interpretando cantos gregorianos, la entrada se hace entonces increiblemente fantástica.
Iglesia de San Pedro
El claustro de románico del monasterio de Silos es una maravilla; de doble altura y con unas dimensiones 22x24 metros, con 16 arcadas en las caras norte y sur y 14 en las otras dos, estando ligeramente descuadrado.
Claustro románico de Santo Domingo de Silos
Entras e impresiona. Los ojos quieren marcharse a recorrer uno a uno sus capiteles y sus columnas, buscando aquello que los maestros de Silos quisieron dejarnos escrito en la piedra.
De entrada, los machones de las esquinas, labrados de forma maravillosa por el primer maestro, te sobrecogen por su estilizadas figuras y por la rotundidad de sus explicaciones ajustándose al nuevo testamento y en uno de ellos reproduciendo de forma magistral el árbol de Jesé o árbol genealógico de Cristo.
Extenderse en las explicaciones de cada uno de los capiteles del claustro sería obra ardua, que un inexperto como yo no puede asumir. Por el contrario esta entrada quiere materializar, de alguna forma, la incertidumbre y los interrogantes que crearon en mí desde su contemplación las imágenes representadas en un capitel del ala oeste, en su lado norte, y por lo tanto perteneciente al primer maestro de Silos.
¿Qué significado tiene? ¿Qué son esas cabezas bajo las patas de las aves en posición contraria a lo normal?
Lo mire más de una vez. Me marche y volví de nuevo buscando una interpretación lógica, algo que el maestro hubiese querido trasmitir y que nadie del lugar supo indicarme.
Ha pasado casi un año desde entonces y el capitel me viene al recuerdo una y otra vez. Miro las fotografías e intento descifrar esas cabezas bajo las garras de esas aves.
La cabeza superior, más pequeña que la inferior, parece el rostro humano, de pelo corto rizado, no le caen melenas por los costados, escupiendo algo por su boca. Si nos guiamos por los maestros podría tratarse de la representación de la palabra, la enseñanza que parte desde arriba. ¿Es quizás un ángel anunciando algo? ¿Quizás dictando una sentencia?
Miro de nuevo la imagen y tengo otra sensación: la sensación de ver una especie de felino que parece que quiere comerse a los flamencos y los atrapa desde arriba. Esa nariz, esos bigotes y esa pequeña boca tienen más apariencia felina que humana; pero si fuese un felino atacando al ave ¿No tendría que tener un mayor peso dentro del conjunto del capitel?
Las aves tienen sus cuellos entrecruzados. Parece que cada una quiera picotear las plumas de la contraria, y con su mirada que da la sensación de dirigirse al infinito, parecen desentenderse del individuo que cabeza abajo está entre ellas.
¿Qué representas estas dos aves? ¿Por qué tienen entrelazados sus cuellos y miran en direcciones opuestas? ¿Es quizás la lucha del alma entre lo terreno y lo espiritual?
Plumajes perfectamente realizados, una cantidad enorme de detalles para un capitel que nos quiere decir algo y que nadie sabe decirme el que. Los plumones de las aves parecen estar realizados con un detalle exquisito y a mitad de su cuerpo salen como unas manos emplumadas que agarran algo que parece venir desde la cabeza invertida, como si fuera parte del cuerpo de esa figura. ¿Por qué unas garras asiendo dicha figura a mitad del ala?
Y ya en la parte inferior del capitel la cabeza mirando hacia el cielo, mirando a la parte superior del capitel, pero sin mirar.
Fijémonos en esa figura, que no sé porque creo que es la esencia del capitel.
Ojos que parecen estar cerrados; da la sensación que los dos parpados están cerrados, por lo tanto o la figura duerme o la figura representa a un ser muerto.
La representación es curiosa. ¿Significara acaso la lucha entre el cuerpo y el alma? ¿Querrá indicar el capitel en su conjunto la lucha del alma para desprenderse de lo terreno?
Si nos fijamos en la figura da la sensación de quietud. Los pelos descansan sobre el suelo y parece que las garras de las aves solo los rozan, no hay una acción de retener o pisar. Si así hubiera querido expresarlo el maestro, habría colocado las garras pisando de alguna forma definida una parte de ese cuerpo. ¿Es quizás una expresión del desprendimiento del alma del cuerpo?
Llevo rumiando mucho tiempo alrededor de este sencillo y, para mí, misterioso capitel del lado oeste del claustro.
Tengo ganas de volver al Monasterio de Silos y volver a colocarme delante de él y preguntarle. Tengo ganas de encontrar una respuesta.
Aquí os dejo. Espero no haber cometido graves errores de ignorancia en esta entrada, que no ha sido otra cosa que expresar lo que uno siente.
Ya solo me queda desearos felicidad.
Antonio
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