Quise parar al sol y no pude: sensación extraña del que siente que algo que ama, se le acaba.
Corría el sol ayer raudo hacia su lecho y por más que intentaba pararlo, corría más que yo, más que mis sentimientos, y desesperado no podía frenarlo.
Las luces aun altas comenzaban a dejar ver unos cálidos tonos que anunciaban el ocaso. Los colores se hacían más intensos y la luz blanca luchaba contra el espectro rojizo. Color y calor se conjugaban para poco a poco irse desvaneciendo en el tiempo, arrastrados por el astro rey; era imposible remediarlo.
Lujo para la vista. Lujo para los sentimientos. Lujo en fin para todo aquel que fuese capaz de soñar al paso de cada rayo de luz entre las hojas de árboles y plantas.
Quise detener el sol y la tristeza me invadía al no conseguirlo. Quise pararlo para que los sentimientos que me producían luz y color no acabasen. La sensación era parecida al sentimiento que queda en el corazón cuando al que amas locamente desaparece de tu lado.
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