Le excursión fotográfica del domingo por la tarde termino en aguacero fuerte a tres kilómetros de casa y sin posibilidad de refugiarme en ningún lado, pues ni siquiera había una paridera o corral donde meterse, y por lo tanto la mejor solución era seguir andando intentando que las máquinas de fotografiar no se mojasen.
El camino en las estribaciones de la sierra y bajo los picos de la Peñota, está en un principio rodeado de árboles para poco a poco convertirse en un páramo donde los conejos buscan desesperados las ultimas briznas de hierba.
No encontré mucho que fotografiar, pero si una muestra de las plantas que los márgenes del camino nos guardaban. Son quizás mis fotografías de siempre, pero cuando se está en un lugar determinado te tienes que agarrar a lo que tienes.
Os voy a contar un secretillo: en el teléfono llevo un programa que me dice la distancia recorrida y la velocidad y desnivel que subo; pues bien en los tres primeros kilómetros de subida haciendo fotos la media fue de unos 2,2 k/h de velocidad media. En la bajada, lloviéndome y con la amenaza de una tormenta la velocidad media de bajada sin hacer fotos se acerco a los 5,75 K/h. Y no os podéis imaginar la tormenta que cayó nada más llegar a casa.
Os dejo con las fotos de un día nublado en la Sierra del Guadarrama.
Los cardos, amigos de calor, se despiertan en estas fechas, floreciendo con preciosas flores que van de los morados a los amarillos, invadiendo las zonas que otras plantas, practicamente secas, les dejan.
Estos cardos se han secado antes que sus congéneres hayan ni siquiera florecido. En sus flores hace unos días libaban un montón de mariposas que ahora han cambiado su destino.
Las zarzas, las de cotas mas bajas y soleadas han cambiado sus flores por una moras que en poco tiempo presentaran tonalidades que desde este verde, y pasando por los rojos, nos llevaran a los morados.
Vida y muerte. El ciclo se repite. Unas plantas en plena floración y otras ya muertas, pero todas preparando una nueva generación que comenzará a surgir con las primeras lluvias de finales de agosto.
Los distintos tipos de gramíneas salvajes ponen una nota dorada en el borde del camino. Unas gotas de agua de la noche anterior les han quitado algo del polvo del camino, pero la lluvia ha sido lo suficientemente suave como para no tumbarlas.
En algunos lugares, junto a las valla de alguna finca muy cerca de su puerta, crecen las parras que dentro de un mes ofrecerán ya sus frutos practicamente maduros.
Siento que te cogiese el agua, ya somos dos... sólo que a mi me cogió mucho más cerca, aún así toda la ropa que llevaba quedó empapada completamente, menos la cámara que no me dio ni tiempo a usarla... Así es la naturaleza. De todos modos los ejemplares que recogiste tienen ese tono de que ya les ha llovido algo, la limpieza natural y la nitidez por tu parte. Un placer.
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