El día no era demasiado bueno; el tiempo primaveral de los días pasados parecía estar diluyéndose en una desapacible tarde que iba cubriendo el cielo de tonos grises.
Una brisa a cada instante más fría comenzaba a ser molesta, pero me empeñe en seguir recorriendo el botánico en busca de alguna planta que se dejase retratar y al doblar la esquina del paseo que conduce a los invernaderos, una preciosa gata expectante estaba mirando fijamente una junta del muro que separa los distintos niveles del paseo.
Era una gata atigrada, gorda, muy suya, como casi todos los gatos, independiente y totalmente confiada ante los visitantes del jardín.
Estaba tan absorta en algo que debía moverse dentro de la junta que no hacia ni la más leve concesión a los siseos y a los distintos ruidos producidos por mi boca para qué me prestara atención.
Sentada, observaba el muro. Seguro que o una lagartija, o un pequeño insecto, se movía dentro de él y el ruido que pudiese producir llamaba la atención de la gata. De vez en cuando su pata delantera se introducía en la junta intentando atrapar con sus garras a cualquier insensato que se colocase a su alcance.
Tal era su atención. y su desprecio hacia mi presencia, que cuando me acerque hasta ella no salió huyendo, como hubiera hecho cualquier gato callejero, si no que, muy al contrario parecía indicarme que le ayudase en su caza vespertina.
Tumbada, sobre la piedra caliente aun, siguió manejando su pata. De vez en cuando se digno a levantar la cabeza como si quisiera recompensar mi acercamiento. Pero fueron solo unos pequeños instantes. Luego volvió a colocarse semitumbada sobre el murete y continuó prestando toda la atención a su caza.
Seguí mi camino. Continué andando.
Mientras fotografiaba la Corokia cotoneaster apareció de repente la gata y ante un leve siseo mío, vino rauda a saludarme y restregó su cuerpo contra mi pantalón.
No pude fotografiarla, pero me quedó la duda si era una muestra de reconocimiento por el tiempo que había estado junto a ella mientras cazaba.
Nada más por hoy. Sed felices.
Antonio
No, si poco a poco, vas camino de, al menos, El Planeta. Felicidades, Antonio.
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