domingo, 23 de septiembre de 2012

LA ESTACION DE ATOCHA.- UNA FORMA DE APROVECHAR EL TREN

Aun recuerdo aquellos años de mi niñez cuando íbamos a la estación de Atocha a esperar a los abuelos que venia de viaje.
Impresionaba ver las maquinas de vapor, sentir el calor que desprendían sus calderas; los maquinistas con sus monos de faena y el carbonero con la pala que atizaba la caldera de la Mikado para que estuviera pronta para el largo viaje.
De vez en cuando una automotor Taf o un Abuelo, que era una especie de autobús con dos o tres vagones, aparecían en los andenes.
Pero lo impresionante era el silbido de la maquina, el chuf chuf de su arrancada. Recuerdos de una estación que hoy en día se destina a viajes de alta velocidad y en su subsuelo cercanías incansables que no paran de pasar y sonar. 
Y aquel jefe de estación que salia con su gorra roja, su banderín y su silbato a dar la salida de cada tren e indicar las ultimas circunstancias en la vía, ha desaparecido y con el el encanto de aquellas estaciones de cestas con pollos, maleteros con sus carretillas, ofertantes de posadas baratas y taxis que ofrecían viajes mas baratos de estrangis. 
Pero hasta aquí el recuerdo de aquellos años pasados; es hora de regresar a mi futuro, el presente de hoy y observar en el maravilloso punto de encuentro en que se ha convertido la estación de Atocha, el ultimo jardín de Madrid que ve un viajero al partir.




LA ESTACION DE ATOCHA TAL COMO ES HOY




Al final del Paseo del Prado, como se de repente Madrid se zambullera en un caos de trafico, desolación y ruido, y detrás de la plaza del emperador Carlos V, vulgarmente conocida por Atocha, aparece la antigua estación de Atocha con su cubierta metálica, sus edificios de ladrillos adosados y limpia, sin los humos de aquellas maquinas de vapor. Hoy es otra cosa, es el adiós al viajero que se sube en un AVE y el hola al que viene a una ciudad abierta. La estación se ha quedado hundida, la verdad es que siempre lo ha estado, pero los distintos cambios en la plaza han alterado la fisonomía.





Lo que eran los andenes y vías de los trenes se han convertido en un maravilloso parque tropical en donde los galápagos llenan cualquier estanque que haya y la gente los mira embobada muchísimo tiempo. Los humos de las maquinas de vapor se han convertido en en troncos verticales que suben hacia el cielo.


Parece que los viajeros que van hacia la moderna estación del AVE y de los cercanías, estén colgados de la maraña de cables que cuelgan del techo. Otros sentados en los bancos descansan a la sombra ficticia de unas palmera y plataneras que lo cubre todo. Antes aquí se estaba pendiente de los silbatos y las llegadas. Lo moderno y lo antiguo por una vez conjugan y las maletas con ruedas han sustituido a los carros de los maleteros.



La estación fue construida en 1851 y su diseño neoclásico se mantiene en todos sus aspectos. Girolas, cenefas y fabricas de ladrillo perfectamente ejecutadas recuerdan que esta estación fue inaugurada por y desde aquí salían todos los trenes que desde el centro convergían a todo el este peninsular. 
Inaugurada con Isabel II, era la primera estación de Madrid y cubrió la linea Madrid - Aranjuez.



La estación sufrió un severo incendio y en 1888 se vuelve a construir bajo la dirección del arquitecto Alberto de Palacio, discípulo de Eiffel, que fabrica una impresionante cubrición de la nave a base de una estructura metálica rígida, una gran obra que solo esta cerrada por su cara oeste, que es la que se ve desde el Paseo del Prado. Conserva la estacón, aquel buen sabor de boca que dejan las obras de finales del XIX en que la mano de obra era fantástica.



Unas lamparas colgando del techo, en alineación casi germánica, iluminan la zona de bares y restaurantes que hoy están donde anteriormente se situaba la oficina del jefe de estación, almacenes etc de la antigua MZA y luego de RENFE.




Los andenes se han convertido en paseos y las vías en enormes jardineras. Si Isabel II levantara la vista no conocería jamas la estación.



Los modernos globos con lamparas de bajo consumo en su interior no desdicen que las farolas de fundición existentes por la estación. En ellas como si fuese un espejo, que reflejase el bien y el mal, la estación viene a mirarse. Si al mirarse ve su parte positiva y al otro lado la negativa y por en medio, como fantasmas, imágenes de las fachadas en otra dimensión.



 Al fondo, allí donde durante mucho tiempo estuvo un bar restaurante, en una zona elevada, un restaurante ofrece sus viandas al viajero que apetezca de ellas o al visitante que solo viene a pasear. Y las sombrillas, como mero elemento decorativo, quieren dar la sensación de estar al aire libre.


Un maravilloso arpa cuelga de los arcos de la bóveda esperando que la mano de un dios, quizás Cupido o quizás el mismos Zeus, venga a sacarles unas maravillosas notas que los mortales si son capaces de abrir sus corazones oirán.



 Un moderno restaurante parece soportar las antiguas fabrica de ladrillo con sus cenefas de aspas y sus molduras clásicas. La rampa mecanizada parece querer enseñarnos su interior, rompiendo la intimidad del que allí ha venido a refugiarse.





Las técnicas antiguas y las modernas, confluyen en un armónico entendimiento entre lo que fue y lo que es. Fue estación y hoy es parque; parque-puerta a las modernas estaciones  que a su alrededor funcionan.



Y este personaje, que no se quien es, parece estar tomando nota de cada viajero que baja por la rampa, como si de un antiguo reportero se tratase que con sus garabatos ponía la imagen a la edición. Y cuando la estacion cierre un poco mas allá de la media noche, el en la soledad del lugar, bajara del pedestal y  paseara entre los arboles del bosque artificial ensayando su articulo.



El antiguo reloj de la estacion, al que miraban tristes los soldados que partían hacia la Guerra de África, o aquellos campesinos que por falta de todo tenían que marcharse a trabajar al extranjero. Reloj que mas de un enamorado miraba ansioso esperando la llegada del tren y que mas de alguno quería parar mientras daba el ultimo beso antes de subir al tren.
Adiós Madrid, adiós estación de Atocha, esto era lo ultimo que veía el viajero al subir al tren y lo primero al bajar, el gran reloj de Atocha.


Hasta la próxima, es hora de partir
Antonio


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