lunes, 13 de julio de 2015

Por el camino de las libélulas de chocolate: Calopteryx sp

He salido quizás un poco tarde. Las chaparras proyectan ya sobre el campo una sombra demasiado corta. 


En estos días de calor andar por los caminos de la planicie madrileña suponen un pequeño sacrificio.
Voy en busca de una preciosa libélula, que vista de lejos tiene color de chocolate.


Poco a poco, el camino va cambiando su entorno y comienzan a distinguirse cada vez más retamas altas y algún que otro árbol de ribera, señal que estamos acercándonos al arroyo.
El calor aprieta y mi garganta, resentida seguramente por tragos de agua fría y aires acondicionados esta protestando con un cierto picor molesto solamente.


Las plantas cada vez se ven más verdes. Hay flores y sobre las flores insectos de todos los tipos y colores y de repente, como si de un oasis se tratase, aparece el manantial delante de mis ojos y con él las libélulas que había venido a buscar.




Es uno de los brazos del nacimiento del arroyo de los Palacios, un afluente del rio Aulencia, Muy cerca de Villanueva del Pardillo. Surge un constante fluido de agua a borbotones que a estas alturas del año suena a gloria.
A su alrededor mariposas, insectos de todo tipo y arácnidos, conviven en el mundo de la supervivencia.


Sobre un alto poste de madera, una libélula Calopterix sp, monta guardia como un vigía expectante. Permanece allí quieta como si defendiese un puesto de guardia.


A mi alrededor una multitud de hermanos y hermanas se congregan por todas partes. Lo curioso es que estas casi todas al sol, a un sol que ya pega.


Encaramadas en pequeñas ramas de arbustos o sobre las flores de los cardos borriqueros e incluso descansando en las finas ramas de las retamas, todas observan mis movimientos, dispuestas a emprender el vuelo ante cualquier movimiento brusco.


Estas libélulas, pertenecen a la familia Calopterygidae, se extienden por varios continentes en nueve especies distintas. Están cerca de los arroyos y lagunas porque las hembras, como el resto de los odonatos, ponen sus huevos en el agua. 


Es normal por lo tanto que en las riberas de arroyos las encontremos.


A simple vista parecen de un marrón oscuro increíble. Pero cuando acercas el objetivo a ellas descubres colores verdosos que tiran a cobrizos. Unos enormes ojos separados dan la sensación que su cabeza es una especie de martillo. Sus cuatro alas a diferencia de otras libélulas, prácticamente no dejan pasar la luz e incluso forzando el contraluz son prácticamente opacas.


Está claro que tal abundancia de libélulas se debe a una eclosión programada para que las nuevas generaciones copulen y un nuevo ciclo se ponga en marcha. Es ley de vida y en el mundo de os insectos es bastante frecuéntelos nacimientos coordinados de machos y hembras.


Me chocase facilidad para asentarse sobre las ramas de hierbas y arbustos.
Dan la sensación de ser saltadores maravillosos que en cualquier momento van a emprender un salto desde un trampolín vivo.
Se me olvidaba deciros que estas libélulas adultas comen cualquier insecto que pase volando por delante de ellas.


El sol ha subido ya mucho. Cada vez veo menos libélulas de chocolate en las ramas y plantas que hay a mi alrededor. Está claro que ante la subida de las temperaturas se están adentrando en el mundo mucho más fresco de la ribera.
Pero yo ya he conseguido un primer encuentro con estos amigos, y es hora de comenzar el regreso hacia casa.


Dentro de unas horas volveré y estoy seguro que las libélulas seguirán esperándome tan tranquilas.
Sed felices.
Antonio

2 comentarios:

  1. Jajaja ,es sorprende el reportaje, a mi no me dejan ni acércame a menos de 10 metros ..Que colonia usas , O de libélula

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    1. Hola Julio. Ya sabes mucha paciencia y dejarlas que se vean en el cristal del objetivo. Gracias.Un abrazo

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