Paseando por Madrid como muchas tardes, no ha mucho, subí desde el Manzanares a la calle Mayor por los jardines que bordean la calle Segovia y fui a parar, sin premeditación de ninguna clase y por casualidad, a la parte inferior del viaducto que cruzando esta calle permite el paso de vehículo y peatones por la calle Bailen.
Antes de estar realizado, tanto este viaducto como el metálico anterior, el desnivel que separaba la zona del Palacio de Oriente con la de San Francisco el Grande entre los cuales discurría la calle Segovia era un martirio tanto para peatones como para carruajes por las vueltas que se veían obligados a dar.
Se construye hacia 1873 el viaducto metálico que será inaugurado oficialmente con el traslado de los restos de Calderón de la Barca desde San Francisco el Grande hasta la iglesia de San Nicolás, si bien aun no estaba terminado completamente.
Este primer viaducto se quedo pequeño al poco tiempo y a principios del siglo XX con la aparición de vehículos a motos comenzó a ser inestable, por lo que se demolió y se sacó a concurso un nuevo proyecto.
El proyecto lo gano el diseño del arquitecto Francisco Javier Ferrero acompañado de los ingenieros de Caminos José Juan Aracil y Luis Aldaz.
Su altura es de veintidós metros y las luces entre pilares de 36ms, descargando el peso de la plataforma a través de sendos arcos de descarga y pilares de hormigón armado.
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