martes, 12 de febrero de 2013

UN PUEBLO BLANCO MALAGUEÑO: CASARES.-



 
Muy cerca de las Columnas de Hércules, al oeste de la provincia de Málaga y lindando con la de Cádiz, situado sobre un risco en la estribación de la sierra Bermeja a unos cutrocientos cincuenta metros sobre el Mediterraneo, está  unos de los pueblos blancos más bonitos de España: Casares.

 
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Ciudad ya habitada por íberos y fenicios, situada en un alto sobre el estrecho de Gibraltar, domina los accesos por la costa entre el peñón y la bahía de Estepona y era lugar de obligado paso para llegar hasta Ronda.


 
 
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Los romanos se establecieron en ella y el mismo Julio Cesar acudió a ella a tomar unos baños termales para curar una enfermedad. De su estancia alli le proviene el nombre. La importancia de Casares en la época romana fue tal, que llego a tener su propia acuñación de moneda.



 
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El castillo es de origen árabe, se cree que de finales del XII o principios del XIII. Ocupa la parte más alta del cerro. Sus murallas, no excesivamente altas, tenían una longitud total de setecientos cincuenta metros, si bien muchos tramos de ellas eran meros quitamiedos al ser la propia roca la muralla en sí.



 
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Hoy en día quedan unos restos que siguen visibles en lo alto del cerro.
A partir de él, la ciudad se fue extendiendo ladera abajo con un urbanismo totalmente árabe: calles estrechas y sinuosas, que en verano tiene la virtud de quitar el calor y mas revestidas de cal blanca que refleja la luz.



 
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En Casares se reunió Pedro el Cruel de Castilla con el destronado rey de Granada Mohamed V para reconquistar el trono de este, cosa que se consiguió.



 
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Más adelante, en la rebelión que contra Felipe II se realizo por parte de los moriscos, Casares fue un importante foco de sublevación y en ella se realizo la reunión que puso fin a la revuelta.



 
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Casares es a su vez la patria chica de Blas Infante, al que se le conoce como el padre de la Patria Andaluza, si bien como veréis en una de las fotos su lema era “Andalucía por sí, para España y la humanidad”




 
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Blas Infante describió así su pueblo:

"Sierra de Ronda. Mi pueblo está allí, en el extremo levante de una vertiente meridional, anidando como un aguilucho sobre lo alto de un avanzado peñón, mirando de frente eternamente los escarpes de África, sobre el Estrecho, percibiendo en su costado el alentar del mar interior que muge dulcemente durante los días de calma y que brama revolviéndolo turbio cuando siente su lomo azotado.

 
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El paraje que lo circunda es un mundo de rocas partidas y de gargantas hondas, de aguas ariscas y de grietas fértiles.



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Mi pueblo, por su casco, (y de este modo lo llaman sus habitantes), se asienta milenariamente sobre el nido atalaya de una alta peña de la Serranía como un aguilucho inmovilizado a quien el viento sigiloso arranca y esparce el plumaje mirando de frente con ojos nostálgicos más allá del Arroyo Grande, que dijo Abuberk, al Estrecho de Tarifa, las rutas de piedra afiladas como puñales por las que fueron a la emigración nuestros hermanos, los desterrados moriscos…"
 
 
 
 
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Os puedo asegurar también que se come y se bebe muy bien y sus gentes son de una amabilidad exquisita.
Comimos encima del pueblo, en la carretera junto al mirador, en un restaurante. Fantástico. Si vais y os toca la hora de comer pedir el guiso de jabalí: manjar de dioses. Acompañado de un buen tinto te hace olvidarte de las subidas y bajadas recorridas al visitar el pueblo.




 
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Contrastes de luces que en constante pelea entre blancos y negros resaltan en cada esquina de las callejuelas. El azul del cielo y los añiles de sus puertas rompen con salero la monotonía del blanco. Si vais en verano y vuestros ojos padecen con la luz, no os olvidéis de las gafas, lo agradecereis.




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Bonito lugar para aparcar la moto. Yo la dejaría ahí y me dedicaría a contemplar el pedrusco de roca que sale del paramento tan bien  encalado.

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Hay que aprovechar los espacios y poder llegar a la casa de cada cual sin molestarse los unos a los otros.

 
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La población por si misma es un museo, un deleite para la vista y un relajante para la mente. Os aconsejo venir e este pueblo, uno de los llamados blancos, y perderos por sus callejuelas sin prisa, como si el tiempo de los relojes se hubiese detenido. Os prometo que vale la pena.
Buen día a todos. Sed felices.
Antonio

2 comentarios:

  1. ¡¡Qué precioso lugar!! No lo conocía. Muchas gracias, Antonio por mostrármelo con esas maravillosas fotografías que tan bien reflejan la belleza de la sencillez.

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  2. Un paraíso,invito a todo el mundo a ir y disfrutar de este magnífico pueblo.

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