En Guadarrama ayer, en el jardín de casa de mi madre no encontré nada más que un pequeño escarabajo y algunas moscas que pululaban entre las hojas de las hortensias, la corteza de los plátanos y las mesas.
Esta mosca tiene la costumbre de volar estática al sol como si fuese un helicóptero.
No había nada más. Ni saltamontes, ni mariposas se dejaban ver por los alrededores. Ni siquiera una abeja se acerco a olisquear un plato con jamón y las avispas brillaron por su ausencia.
Raro es que haya tan pocos insectos en estas fechas, si bien es cierto que la primavera ha sido fría y lluviosa, pero los veinte grados de ayer tenían que haber despertado más de una colmena.
El escarabajo, con su coraza reflectora y sus vivos colores estaba encima del tejadillo de la depuradora acosado por las hormigas. Creo que me debe la vida.
Es increíble cómo se reflejan en su caparazón los arboles y el cielo; será una forma de camuflaje o de darle belleza a su cuerpo.
Pequeñas y poderosas pinzas adornaban su cabeza y al darse la vuelta en una de las ondulaciones de la chapa del tejadillo mostro su coraza inferior y sus extremidades. Este pequeño escarabajo no llegaba a un centímetro de longitud. Pero lo que realmente me asombro fue observar que llevaba adosada a su caparazón una araña como parasito. La veréis en la foto en que el escarabajo esta patas arriba.
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