Repasando fotos esta tarde me he encontrado unas cuantas que realicé una tarde en un viaje de trabajo hacia Extremadura.
Recuerdo perfectamente aquel día de julio del 2011. A unos veinte kilómetros de Mérida vi los campos de girasoles y decidí buscar un acceso a los caminos que corren paralelos a la autovía y hasta el campo de girasoles me llegué.
La tarde, oscura y bochornosa, presagiaba tormenta y la poca luz que entraba lo hacía en un pequeño marco, muy bajo en el horizonte.
Y pensé que seguramente no saldrían bien las fotos con aquella luz. Pero la magia de la fotografía es eso, cuando menos te lo esperas salta la liebre.
Hoy las he encontrado y he revivido aquellos momentos como si estuviese allí, oliendo el campo, sudando en el calor de la vega del Guadiana y disfrutando de los contrastes de colores que los girasoles y la proximidad de la tormenta ofrecían.
Estaban llenos de pipas, seguramente para aceite, y parecían mirarte con curiosidad, como si tú fueses una atracción para ellos…
Aunque antiguas, magníficos colores y enfoque ajustado. Felicidades,Antonio. Saludos, Luis
ResponderEliminarGracias Luis. Un abrazo
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