En el paseo de ayer por el borde de un arroyo, decidí tirarme al suelo y ver que se veía entre las hierbas que conformaban la pradera y conocer un poco que se escondía entre ellas.
Desde moscas y pequeños insectos, que creo que son garrapatas, hasta un enorme tábano barbudo, pululaban por allí compartiendo con los saltamontes y los coleópteros el espacio suculento de las margaritas de la manzanilla, de las campanillas silvestres y de otro montón ingente de flores que por allí habitaban.
Lo único que eché en falta ante tanto insecto fue no encontrar ninguna araña agazapada esperando su botín bien en su tela de araña, bien escondida entre las hierbas como la ultima que encontré en Guadarrama y que os voy a añadir a esta presentación pues al fin y a la postre también estaba en una pequeña pradera.
La temperatura ayer era baja para ser un diecinueve de junio. No había sol y estaba nublado y quizás por ello los insectos estaban más tranquilos, se dejaban llegar y fotografiar desde relativamente bastante cerca.
Incluso el tábano, que por lo normal ante cualquier movimiento se espanta, una vez posado en la hierba posó ante la cámara enseñando todo su potencial guerrero.
Fue una mañana amena en un prado de media montaña, húmedo, y tumbado allí recordé muchos ratos de la infancia cuando salíamos a cazar grillos o cigarras para sentir su cosquilleo o su serenata.
Cuando tenía doce años, el año que murió mi padre, por un error de logística tuve que quedarme en Madrid unos días con uno de mis hermanos mayores y me llevaba con él al trabajo, donde era jefe de obra. Me puso con los topógrafos y un día encontramos un montón de cigarras en un árbol en mitad del campo.
Ni corto ni perezoso cogí una y la metí en una lata de sardinas que encontré y la puse detrás de la puerta del despacho. Ni que decir tiene el cabreo del jefe y el regocijo de los empleados cuando aquello empezó a dar su serenata allí dentro…
Os dejo con las fotos del paseo de ayer, espero que os gusten.
Mola .Gracias por estos momentos.
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