Recuerdo perfectamente aquellos tres días en Cerler con un tiempo desapacible, nubes, nieblas y lluvias, que de alguna forma te echaban un poco atrás para salir a caminar. Pero no era cuestión de quedarse en la habitación del hotel esperando a que el tiempo aclarara. La montaña es eso agua, nieve y sol; hay que saber aceptarla en todas y cada una de sus versiones, respetarla y quererla.
Decidimos aquellos días que, estando el tiempo como estaba, debíamos realizar excursiones que nos permitiesen una vuelta rápida al coche. La previsión de tormentas estaba a la orden del día y aunque tuvimos la suerte de que fueran todas de noche, la lluvia nos acompaño a todas horas. En el valle Estos un trueno nos hizo darnos la vuelta, no era cuestión de arriesgarse con una tormenta allí solos, pues estábamos totalmente solos.
Las cascadas d’Ardones y las Gorgas d’Alba estaban pletóricas con tantos días de agua.
El río Ésera con su majestuosa tranquilidad bajaba vivo, corriendo de piedra en piedra y dejando una canción de espumantes burbujas en cada pequeño salto. En sus orillas, como queriendo engalanarlo con multitud de colores, los árboles caducos presentaban sus distintos colores y lo mismo ocurría en los arroyos que por los distintos valles vierten sus aguas en el.
La próxima vez que vuelva será quince días más tarde; quiero encontrar un otoño que se dé la mano con el invierno y descubrir los retazos de l nieve en mitad de los bosques multicolores de estos maravillosos valles.
Hemos tomado el camino de los Llanos del Hospital siguiendo el curso del río en sentido contrario a su marcha. Quiero ver las aguas del Esera arriba.
Baja con caudal, pero tranquilo. Los árboles parecen querer tomarle en sus ramas, acunarlo.
El otoño está claramente instalado en la montaña. Es doce de octubre pero hace frío; las temperaturas han bajado y esa llovizna continua nos obliga a andar con los chubasqueros que casi nos llegan al tobillo.
De repente, como si el tiempo quisiese burlarse de nosotros se abre el cielo y deja durante unos instante que la luz comience a invadir el valle, Contrastes de sombras y luces a 1700 ms de altura.
Arriba hacia aire y por la tarde hemos decidido pasear, llegarnos desde la carretera que sube a las pistas hasta las cascadas d'Ardones para que mi hija disfrute de este maravilloso rincón. Luego al hotel una buena ducha y mañana será otro día.
Estamos subiendo a las Gorgas d'Alba. El paisaje cerrado es un mar de colores de todos los tonos que uno quiera imaginar.
El Esera se prepara para precipitarse hacia su cascada favorita y aquí arriba, antes de bajar un peldaño mas hacia el mar comienza a correr de forma desbocada.
Baja con fuerza el agua. Esta lloviendo desde hace días y el caudal en las Gorgas es fantástico. El ruido atronador y el aire que produce la cascada trae el agua fría hasta nosotros.
Atrás ha quedado la cascada. Aquí no se ve el río, pero se le escucha. Sabemos que esta a nuestros pies.
Hemos decidido subir por el valle de Estos y hemos coincidido con la bajada del ganado desde los prados altos al valle. No se la de vacas y toros con los que me habré cruzado, pero en algunos sitios asustaba un poco por la estrechez del camino.
No es Canada, no es el valle de Estos en plena muda. Un arco iris de colores.
El agua parte fundamental en todo el Pirineo. El río baja por el valle de Estos buscando el Esera.
Bajamos de nuevo hacia Benasque. El final de la presa denota que esta baja, ha debido ser un verano seco y un año poco lluvioso.
La presa de Eriste regula el caudal. Un poco mas abajo el río parece que se ha convertido en un arroyo tranquilo, con poca agua.
Emocionante relato fotográfico,Antonio.Los paisajes son de ensueño. Gracias por compartir.Luis
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