Nuestro poeta de hoy es barcelonés, nació en esa ciudad en mil ochocientos setenta y nueve y murió al otro lado del Atlántico, en Nueva York en mil novecientos cuarenta y seis.
En mil ochocientos noventa y nueve Eduardo Marquina estrena su primera obra teatral a la edad de veinte años, la titulada Jesús y el Diablo.
Fue periodista y gran tertuliano y recitador. Amigo en las tertulias de Unamuno, Benito Pérez Galdós, Lorca, Clarín etc.
Recorre América al frente de una compañía teatral y alcanza una fama y éxitos increíbles como autor teatral
Autor teatral por excelencia es quizás en una faceta suya menos conocida un gran poeta del modernismo, musical, de un colorido maravillosos en sus poemas y tradicional.
Su obra puede decirse que abarca multitud de temas desde el más humilde a la magnificencia de un Universo que quizás le espantaba un poco como indica en su poema Nostalgia, que es el que os voy a proponer leer hoy.
Marquina es quizás un autor que por su corrimiento desde el pensamiento izquierdista al conservador ha sido bastante apartado y criticado. Creo que a Eduardo Marquina habría que volver a colocarle en el lugar que corresponde a un componente de la Real Academia Española de la Lengua.
NOSTALGIA
I
Hace años que no puedo
levantar la mirada,
sin un peso de plomo y de miedo,
a la divina bóveda estrellada.
Hace años que se estancan y embotan mis huellas
en la sorda quietud de un mausoleo;
años que no despunta de mi carne el deseo
de girar en la rueda viva de las estrellas;
años que no las miro, y si me miran ellas,
años que no las veo.
(¡Estrellitas!... Y cuando vuestra luz estrenaba,
cada noche os miraba, y, al miraros, lloraba,
y tenía el fulgor y el sabor de la miel
vuestra lluvia de azogue sensual, que curaba
todos los arañazos de la vida en mi piel…)
II
Los trabajos de la tierra me han hundido en la tierra,
yerto, entre los despojos de mi juventud,
y mi carne ha aprendido la insensible quietud
de los pedruscos de la sierra;
la quietud del granito que no embebe ni exhala,
la quietud del granito que ignora el temblor
con que el árbol, si un pájaro bate en su copa el ala,
tiembla y deja caer toda su flor…
III
Ya quisiera alterar mi quietud… Ya no puedo;
yo quisiera vivir y recogerte,
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