El otro día paseando por el botánico, el mismo día del petirrojo también fotografié otras cosas que me llamaron la atención, pero sobre todo aquellos restos que quedaban de un otoño lejano con sus frutos ya caducos en un momento en que los brotes de las plantas y algunas flores empiezan a hacer su aparición en nuestros parques y jardines.
Es el enlace entre la primavera que fue y la que será. La vida y la muerte unidas en las mismas plantas que año tras año se regeneran; los arbustos y los árboles plantean sus nuevas primaveras, pero a veces les cuesta desprenderse de sus recuerdos.
Los fríos aquellos de las nieves de finales de febrero han pasado dejando paso a temperaturas más suaves que han aprovechado los mas rápidos en detectar, sacando sus hojitas verdes y pequeñas a inspeccionar el ambiente.
Lo fotografiado no es nada para muchos, para mí son pequeñas cosas que están delante de nuestros ojos todos los días y que son el sello de un año ya pasado. Año tras año van dejando su marca, siempre igual y siempre distinta, pues siendo lo mismo todos los años siempre es totalmente diferente por suerte.
Hoy mi primavera ha puesto un año más a mi invierno. Las hojas me salen un poco canosas, las que me quedan, pero siguen saliendo que es lo importante y yo intento que mis raíces sigan aspirando todo lo bueno que la Naturaleza nos ha dado a nuestro alrededor.
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