Mes de abril a finales. Hace calor esa tarde, casi como si el verano se hubiera dado un paseo por el madrileño enclave del Jardín Botánico. Como muchas tardes he salido con mis maquinas a pasear para no quedarme detrás de esta pantalla tonta que nos subyuga a todos un poco.
He bajado a fotografiar las primeras flores de primavera y la verdad es que he fotografiado unas cuantas y otras cosas, como algún insecto y algunas aves.
Pero en cierto momento, cuando a eso de las cinco y medias pasadas andaba cerca de uno de los pilones que existen dentro del maravilloso recinto he visto un baño público concurrido.
Inicialmente había una urraca, dos cotorras y dos palomas torcaces. Las cotorras, haciendo gala a su nombre estaban chismorreando entre ellas, seguramente quejándose que la urraca ocupara el centro del pilón. Han levantado el vuelo antes de que pudiera hacerles ninguna foto.
Las palomas, engalanadas con esos collares blancos que llevan en sus plumas del cuello, han bebido un poco de agua y según me iba acercando con mi maquina de fotografiar han salido volando.
Por el contrario, la urraca, confiada, lista y por supuesto acalorada ha seguido su aseo en la pileta del baño público. Sabia de sobras que yo estaba allí; sabía también que mi idea no era hacerle daño y ha seguido debajo y encima del chorro un buen rato.
Se ha aseado a conciencia. Se ha refrescado y no ha dejado que nadie, absolutamente nadie se acercara a su isla del centro del pilón.
Os dejo con la urraca bañándose.
Espero que os haya gustado. Sed felices.
Antonio
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