martes, 23 de junio de 2015

La Aquilegia vulgaris o flor de los celos.

Paseando a finales de abril por el Real Jardín Botánico de Madrid, en la bordura inglesa, me encontré con una planta de la familia Ranunculácea, preciosa, de un volumen de mata considerable y con unas flores que realmente me cautivaron, tanto por su color como por sus formas: me refiero a la Aquilegia vulgaris.


 
Y tal fue la absorción que de mi hicieron sus flores que se me olvido completamente fotografiar la mata, de esta hierba perenne.
Por cierto, la Aquilegia vulgaris, forma parte de de la familias de las Aquilegias que está compuesta por unas 70 especies distintas y que se encuentran distribuidas desde el África central a América del Norte y Europa.
Esta está fotografiada en el Botánico, pero si salís a las montañas la podéis encontrar por todo el norte de la península, zona centro y en algunos lugares de Andalucía.


Prefiere vivir en los bosques, como si los árboles fuesen para ella una protección, pero en lugares con cierta humedad podemos encontrar incluso en la llanura en medio de los pastos y las siembras. 


Si la vas a sembrar en casa, le gustan los suelos algo calizos, aunque también se la ve sobre suelos silíceos; el riego debe ser de tres veces a la semana intentando que el agua no moje las flores.
Las hojas dee la planta son triternadas, presentando un envés suave y sedoso, y formando especie de ramilletes de hojas que sale de un mismo tallo.


Las flores con forma acampanada se presentan erectas o colgantes en la planta indistintamente, formando una maravillosa conjunción entre pétalos y sépalos que remata en una maravillosa campana o cucurucho como podéis ver en todas estas fotos.


Recibe distintos nombres y se la conoce entre otros como Aguileña, Copa de Rey, Colombina y como Flor de los celos.
Este ultimo nombre no sé de donde proviene pero el nombre vulgar de Aquilegia viene de la formas de sus pétalos que asemejan las garras de un águila.


Nada más por hoy, solo pediros que si encontráis errores en mi narración me los perdonéis, ya que lo mío realmente es el ladrillo.
Sed felices.
Antonio

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