Hace frio. El día ha amanecido despejado pero una ligera bruma ha cubierto Madrid y la temperatura no sube.
La luz, que se cuela débilmente entre las nubes no es suficiente para calentar algo el ambiente.
Cargado con la mochila, dentro va el resto del equipo, y la maquina con el tele me dirijo hacia el Palacio de Cristal, y en el camino, y en el destino, me dedico a fotografiar a esos picaros con plumas que son los gorriones.
Estos pajarillos han aprendido a mostrase pedigüeños sin el menor recato. Como vayas comiendo un bocata y se te ocurra echar unas migajas en el suelo una bandada de gorriones te seguirán mientras te dure el pan.
Les gusta tomar el sol, arropados en esos plumajes que en invierno, cuando han aterrizado en algún sitio, hinchan para estar más calentitos. Y son curiosos. Si te paras cerca del seto vendrán a ver si tus intenciones son sanas y te desprendes de algo que pueda llevarse a la boca.
Son sociables; les gusta estar en compañía y robarle al de al lado la comida si es posible.
He andado cerca pero no he tenido tus oportunidades. Buena entrada, Antonio.
ResponderEliminar