Podría ser un día cualquiera de un final de otoño cualquiera. Prados que verdean como si algo maravilloso les hiciese crecer y arroyos que risueños bajan por los caminos, con aguas limpias y nítidas.
Arboles sin hojas y otros, no se sabe por qué razón aun conservan su cabellera verde entre sus brazos fríos. Son formas distintas de enfocar un largo sueño que se avecina: la muerte dormida del invierno.
Frutos y semillas que se congregan en racimos misteriosos para ofrecer a la naturaleza vida y color. Cuando los frutos languidecen por el exceso de agua y frio ,las semillas, los escaramujos, se prestan a su lado a lucir los bellos colores con los que indican su procedencia.
Y el ganado, aunque bravo, sabe que el hombre está cerca y que en unos días bajaran a los pastos menos fríos y más cercanos al pueblo. La vaca brava mira con un cierto aire amenazante y de respeto, con algo de temor en la mezcolanza.
Las hojas se amoratan de repente en los lugares sombríos y las piedras de la valla parecen querer recoger a la zarza que ya duerme el sueño del invierno.
Es un paseo más de otoño que en soledad va discurriendo para el caminante. La soledad del que va solo por los caminos, observando en silencio lo que a su alrededor vive y que dibuja el mapa anual de la vida. Es el paseo de un día de lluvia, es el paseo de un día frio, pero tranquilo.
No corre el aire, no corre nada. Silencio solo roto por el mirlo, que asustado, sale volando despavorido de entre una zarza, o del mugido lejano de un toro o una vaca o por mi propia voz extraña a mis oidos. Silencio por lo demás roto constantemente solo por mis pisadas, por el ruido de mi compañero de viaje, mi sombra, que hoy me ha dejado solo.
Un día cualquiera en un otoño-invierno cualquiera. Tu lejos, yo más aun, y el silencio solo roto por mi pisada, por el mirlo asustado y por el mugido del toro.
Retomo mis pasos hacia atrás y me encuentro de nuevo en medio de la vorágine de ruidos y silencios, rotos por extrañas criaturas de metal, de mil y un colores y formas diferentes, que me arrinconan a un lado como si yo, caminante, fuese un extraño. Está claro que estoy solo en este final de otoño y tú lejos. Silencio de un paseo o ¿acaso de una vida?
Distancias insalvables como las vallas junto al camino y de repente como despertando de un sueño una voz de un niño que ríe junto a su hermano tras una pelota. Vuelve el embrujo de la vida en un otoño que muere. Ruidos que son silencios y silencios que expresan más que muchos ruidos. Final de un otoño cualquiera, final de un paseo…
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